Los diez argentinos deportados desde Estados Unidos aterrizaron en Ezeiza durante la madrugada de este jueves en un vuelo especial, donde fueron recibidos entre abrazos y lágrimas por sus familiares. Sin embargo, el reencuentro estuvo marcado por un sentimiento común: la indignación hacia la gestión republicana en Norteamérica. “Es notable el odio y el racismo presentes en esta paupérrima administración de Trump”, expresó Matías García, quien emigró en 2001 y desde entonces había construido su vida en Estados Unidos. Padre de dos hijos y con un empleo estable, relató que su deportación fue una sorpresa, ya que contaba con un permiso de trabajo vigente hasta 2030. Según explicó, existía una orden de deportación en su contra desde 2015, de la cual nunca había sido notificado. García describió cómo fue detenido entre el 21 y 22 de agosto: “Mi hija tiene 21 años y, luego de concluir un trámite, me dijeron ‘pase por el costadito para unas preguntas adicionales’. Allí me llevaron”. Con la voz quebrada añadió: “Están separando familias a la fuerza. Se están agarrando de cosas inverosímiles para expulsar a los inmigrantes”. El hombre, que dejó Argentina a los 20 años, admitió que ahora deberá “aprender a vivir” nuevamente en su país natal. También resaltó lo que significó esta experiencia para él: “Es extraño estar detenido en una situación tan inusual, porque esta gestión de Trump es una página negra dentro de la historia gloriosa de Estados Unidos. A los ojos de ellos, nosotros somos criminales”. Sin embargo, expresó esperanza: “Sé que voy a regresar, aunque no sé cuándo”. No todos quisieron hablar, pero varios deportados coincidieron en repetir una misma frase al salir del aeropuerto: “No somos criminales”. Entre ellos estuvo Mario Robles, de 25 años, quien vivía en México desde los 18 y fue interceptado mientras se dirigía a San Antonio, Texas. “No somos criminales, no matamos ni violamos. Ahora solo quiero estar con mi familia”, afirmó. El joven explicó que tiene prohibido regresar a Estados Unidos por cinco años y lamentó: “Es difícil estar lejos de la familia, lejos de gente buena”. El vuelo que trasladó a los argentinos fue un Boeing 767-300 de la empresa Omni Air International, contratado por Homeland Security. La aeronave partió desde Estados Unidos, hizo escala en Bogotá y luego en Belo Horizonte, donde descendió un grupo de brasileños. Por primera vez, la compañía continuó hasta Buenos Aires, donde aterrizó a las 3:19 de la madrugada.