Rosa Tarlovsky de Roisinblit, presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo, falleció este sábado a los 106 años, dejando un legado profundo en la lucha por los derechos humanos y la recuperación de la identidad de los nietos apropiados durante la última dictadura militar en Argentina. Su historia personal marcó el rumbo de su compromiso: su nieto Guillermo, nacido en cautiverio, fue restituido a la familia en 2004, convirtiéndose en uno de los más de 140 casos resueltos gracias al trabajo incansable de Rosa y la organización. Su hija, Patricia Julia Roisinblit, fue secuestrada en 1978 cuando cursaba un embarazo de ocho meses. El operativo fue llevado a cabo por un grupo de tareas de la Fuerza Aérea, que también se llevó a su pareja, José Pérez Rojo, y a la pequeña hija de ambos, Mariana Eva. Un año después, en 1979, Rosa se sumó a Abuelas de Plaza de Mayo con el objetivo de encontrar a su nieto. Desde entonces, su vida quedó dedicada por completo a la búsqueda. “Yo no salí, el día que se llevaron a mi hija, a formar parte de Montoneros ni me convertí en una revolucionaria. Yo salí a buscar a mi hija, y eso me llevó todos estos años”, expresó alguna vez. Nacida el 15 de agosto de 1919 en Moisés Ville, Santa Fe, se formó como obstetra en la Universidad Nacional del Litoral y trabajó como jefa de parteras en Rosario antes de establecerse en Buenos Aires. A lo largo de su vida, recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario y el Premio Azucena Villaflor, por su incansable tarea en la defensa de los derechos humanos. Su nieta Mariana Eva Pérez la despidió en redes sociales con un mensaje conmovedor: “Para mí sos eterna”. Desde Abuelas de Plaza de Mayo también destacaron su valioso aporte al desarrollo de los estudios genéticos que permitieron identificar a niños desaparecidos y su firme compromiso con la verdad y la justicia. Rosa será recordada no solo por su claridad de pensamiento y su extraordinaria memoria, sino también por su amor por el tenis, el tango y, sobre todo, por su lucha incansable. “Siento que mi compromiso con la vida es para siempre”, dijo alguna vez. Y así fue: lo cumplió hasta el final.