El viernes 13 de junio, Israel lanzó una operación aérea masiva denominada “León Naciente”, bombardeando objetivos militares y nucleares en diversas regiones de Irán, incluyendo Teherán, la planta de Natanz y varias instalaciones subterráneas. Entre los daños reportados figura un complejo de misiles y túneles en el oeste del país. En respuesta, durante la madrugada del 14 de junio, Irán activó la “Operación Promesa Verdadera III”, lanzando más de 150 misiles balísticos y alrededor de 100 drones contra Israel. Los ataques afectaron ciudades como Tel Aviv, Haifa y zonas residenciales del norte, provocando al menos tres muertos y decenas de heridos. Los bombardeos iraníes provocaron el derrumbe de edificios en Haifa y causaron numerosos heridos en las ciudades de Bat Yam y Rehovot. Por su parte, los ataques israelíes habrían dejado decenas de muertos en Irán, entre ellos científicos y altos mandos militares, además de provocar incendios en refinerías y depósitos petroleros. Este es el enfrentamiento más severo entre ambos países en décadas. Irán logró derribar cazas F-35 israelíes y capturar a uno de sus pilotos. Israel, por su parte, informó haber atacado cientos de lanzaderas iraníes y mantiene su sistema de defensa aérea en máxima alerta. El primer ministro Netanyahu advirtió que esta escalada “no es nada comparado con lo que vendrá”. La escalada del conflicto provocó la suspensión de vuelos civiles y el cierre del espacio aéreo en la región, además de un aumento significativo en los precios internacionales del petróleo. Ante esta situación, la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia hicieron un llamado urgente a la desescalada para evitar un conflicto de mayores proporciones. Los principales temores giran en torno a una posible crisis humanitaria, la inestabilidad regional y la interrupción de las negociaciones nucleares en curso.