Esta semana de mayo quizás sea recordada por el desaire más incómodo de Javier Milei: ignoró públicamente al jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, y a su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel. El presidente justificó el gesto con una frase histórica: "Roma no paga traidores". Sin embargo, la sentencia, presuntamente dirigida a Macri, resulta mucho más pertinente en el contexto de su tensa relación con Villarruel. El exintendente de Vicente López no pertenece a las filas libertarias y, de hecho, se ha mantenido fiel al liderazgo de su primo, Mauricio Macri. No hay traición que imputarle. Como un emperador victorioso, Javier Milei ya considera a la Ciudad de Buenos Aires como un territorio propio. Pero no se detiene ahí: va por la provincia. En ese contexto, el discurso de Cristina Kirchner esta semana adquiere una relevancia renovada. La expresidenta cerró el Encuentro de la Cultura Popular en el Polo Cultural y Deportivo Saldías, ubicado junto al barrio 31. La elección del lugar no fue casual: La Libertad Avanza perdió terreno en los barrios populares porteños, donde había arrasado en 2023. La lectura autocrítica de la lista encabezada por Leandro Santoro pasó por alto un dato significativo: el peronismo y sus aliados ganaron en siete comunas de la Ciudad de Buenos Aires, algo inédito en la historia reciente. Sin embargo, el mayor desafío está en la provincia. Quienes analizan los números bonaerenses lo saben: más allá del bastión de la Tercera Sección Electoral, el peronismo no tiene garantizado ningún otro triunfo. Podría imponerse en la Primera, pero no se esperan victorias más allá de eso. En otras palabras, la unidad está en duda, y ni siquiera hay certezas de que alcance. Esa realidad parece haber estado presente en la mente de Cristina cuando pronunció una frase cargada de advertencias internas. En el fondo, la crisis de representación es la raíz común tanto del ascenso de Milei como de los pases de factura dentro del peronismo. Cristina lo sabe bien: lo contrario del amor no es el odio, sino la apatía. Y esa apatía se expresó en el alto ausentismo en las seis provincias que ya celebraron elecciones. No es sólo un vuelco hacia la derecha: es una señal de que la política ya no despierta expectativas. Esa falta de interés fue también la base sobre la que se cimentó la victoria de la lista que encabezó Manuel Adorni en la Ciudad. Pero esa misma desafección social también adormece la reacción ante atropellos más profundos. El decreto que limita el derecho a huelga, publicado recientemente en el Boletín Oficial, es un ataque sin precedentes a los trabajadores registrados, y su peligrosidad va más allá del presente inmediato.