Argentina está registrando un fuerte incremento en la importación de alimentos, incluso en rubros con amplia producción local, como la carne vacuna. Según los últimos datos oficiales, el país está comprando en el exterior unas 1.200 toneladas mensuales de carne bovina y más de 5.000 toneladas de carne porcina. Este fenómeno se enmarca en una tendencia más amplia: entre junio de 2024 y abril de 2025, las importaciones de alimentos con producción nacional crecieron un 152%. Brasil se consolida como el principal proveedor en varios rubros alimentarios. Las importaciones de zanahorias desde ese país crecieron un 2.182%, las de tomate un 870%, y también aumentan los ingresos de cítricos como limones y naranjas. Este flujo comercial responde a una combinación de factores: la apreciación del peso argentino, la reducción de aranceles y las modificaciones al Código Alimentario Argentino, que facilitaron el ingreso de productos extranjeros. El sector cárnico es un caso emblemático de esta dinámica. Mientras las importaciones de carne vacuna y porcina se disparan, las exportaciones de carne bovina registraron una caída del 30%. Al mismo tiempo, se profundiza un proceso de primarización del comercio exterior: las ventas de productos primarios crecieron un 10,8%, pero las manufacturas de origen agropecuario retrocedieron un 0,4%. Expertos advierten que la actual política tributaria está generando fuertes distorsiones en el comercio exterior. Un ejemplo concreto: mientras una tonelada de maíz paga 21 dólares en derechos de exportación, una tonelada de pechuga de pollo tributa 68 dólares, pese a tener una alícuota más baja. Estas asimetrías, sostienen, desincentivan la industrialización de las exportaciones y favorecen la venta de productos sin valor agregado. La situación también impacta en otros sectores. En el rubro textil, el 70% del consumo interno ya se abastece con productos importados. En el ámbito industrial, las tasaciones judiciales de maquinaria, muchas veces ligadas al cierre de fábricas aumentaron un 50%, lo que refleja una creciente presión sobre la producción local.