Una faja de papel para envolver billetes con el sello del banco BBVA, una tarjeta SUBE y una mentira. Eso podría ser en resumen algunas de las pruebas que complican al guitarrista y percusionista Luis Darío Endrizzi (35) como presunto cómplice del homicidio agravado de su vecino en la calle Oro en Chimbas, Carlos Crespillo (79). El jubilado fue golpeado (le quebraron una costilla del costado izquierdo y dos de su lado derecho) y estrangulado hasta la muerte con un cinto, presuntamente la noche del viernes 8 de diciembre pasado. Este lunes, el fiscal coordinador Iván Grassi y los ayudantes fiscales Fabricio Poblete y Victoria Martín (UFI de Delitos Especiales) enumeraron estas, entre otras pruebas, contra Endrizzi, porque a su entender, lo instalan como un tercer sospechoso de un homicidio agravado criminis causa contra Crespillo. Este agravante se configura cuando el homicida mata para ocultar o conseguir la impunidad en otro delito, en este caso el robo de $365.000 que la víctima extrajo del banco Columbia el pasado 1 de diciembre. Y que no aparecieron, igual que su billetera ni su tarjeta SUBE, el día que revisaron su casa y lo encontraron putrefacto, el domingo 10 de diciembre alrededor de las 14 horas. Fiscalía pidió 3 meses de prisión preventiva para Endrizzi y 7 meses para investigarlo. El juez del caso, Javier Figuerola, adhirió al argumento fiscal y dejó preso al músico. Según Fiscalía, las pruebas que jaquean a Endrizzi son: haber usado cinco veces la tarjeta SUBE del fallecido luego del crimen: el sábado por tarde (cuando dijo que estuvo en su casa y mintió), dos veces el lunes y dos veces más el miércoles. Además, en su casa hallaron la faja con un sello del banco BBVA con la que en el banco Columbia suelen envolver los fajos de billetes, como los que retiró la víctima el 1 de diciembre. El músico tenía también unos $17.000 y no se descarta que sean parte del dinero robado a la víctima. Por concejo de su defensor, José Luis Guidet Montilla, Endrizzi se abstuvo de declarar ayer. Y por pedido de Fiscalía, no compartirá por ahora el mismo pabellón en la cárcel que su amigo, el sobrino del jubilado asesinado. SOBRINO Y PAREJA Los primeros en caer por ese asesinato fueron el propio sobrino de la víctima, Maximiliano Roldán Crespillo, y su esposa Yamila Nuñez, que viven en la misma propiedad. Los apresaron por sus propias contradicciones. El mismo Roldán llamó al 911 y al 107 el domingo alrededor de las 14 horas, para decir que había encontrado muerto a su tío, que a su entender llevaba un día muerto y que pudo fallecer por causas naturales. Pero enseguida las pruebas demostraron otra cosa. La casa había sido limpiada y en una viga habían atado otro cinturón, como para simular que se había suicidado. Sin embargo aún se notaba que el jubilado había sido arrastrado desde el comedor hasta su dormitorio. Además, la autopsia reveló que tenía tres costillas quebradas y había sido estrangulado. Roldán (también su esposa) dijo que el viernes por la mañana partió con su familia hasta la casa de su suegra y que allí estuvieron hasta el sábado a las 18. Pero luego, ante los pesquisas, ambos admitieron que estuvieron en su casa, que él salió el viernes por la tarde a jugar cartas y que su mujer salió el sábado a realizar unas ventas. Los complicaron, además, los múltiples testimonios de que tío y sobrino no se llevaban bien por problemas de una herencia familiar de terrenos. Y que la víctima temía los arranques de ira su sobrino, a quien escucharon insultarlo más de una vez.