Martes 07.05.2024
Actualizado hace 10min.

China quiere dejar de ser el basurero del mundo

En 2016, China importó alrededor de 18 mil millones de dólares de lo que el gobierno llama desechos sólidos.

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“Empecé a saltarme la cena para poder trabajar más duro”, dijo Leung, que ya tenía un segundo empleo como lavaplatos, dormía menos de cinco horas por noche y ganaba apenas 500 dólares al mes.

La caída en el precio, al equivalente de unos 6 centavos de dólar el kilo, requeriría más sacrificios.

Desde los 90, el mundo ha enviado sus desechos de papel y plástico y metales no deseados a China, donde están destinados a ser utilizados como materia prima para ayudar a propulsar el auge manufacturero del país impulsado por las exportaciones. En 2016, China importó alrededor de 18 mil millones de dólares de lo que el gobierno llama desechos sólidos.

Pero China no desea ser el basurero del resto del mundo. En el verano, los reguladores en Beijing iniciaron una campaña inusualmente intensa contra lo que llamaron “basura extranjera” citando preocupaciones ambientales y de salud.

Como con muchas cosas más en la economía global, la decisión de China repercute en una enorme cadena de suministro que se extiende desde las grandes compañías de desechos en Estados Unidos, hasta las “abuelitas cartoneras” en Hong Kong como Leun­g que hurgan entre montones de papel y plástico. Los chatarreros se apresuran a encontrar compradores en otras partes de Asia, pero el mercado chino es tan grande que no puede ser reemplazado fácilmente.

“Es casi como si hubieran cerrado la canilla de la noche a la mañana”, dijo Jim Fish, presidente de Waste Management, compañía con sede en Texas que es el reciclador más grande de desechos residenciales en América del Norte.

Mientras China reforzaba su motor manufacturero para impulsar el crecimiento a través de los años, las autoridades estuvieron dispuestas a tolerar algunas de las desventajas de los desechos, principalmente la contaminación de suelo y ríos locales por prácticas de reciclaje de baja calidad. Pero el poder económico de China significa cada vez más que ya no necesita hacer tales sacrificios.

Los temores de una contaminación nacional generalizada fueron agrandados por “Plastic China”, un reciente documental sobre un pueblo desolado de la provincia oriental de Shandong donde la gente se gana la vida hurgando entre desechos de plástico y procesándolos en máquinas que arrojan humo negro. El filme se volvió viral en enero en China continental antes de desaparecer de Internet.

La contaminación en la industria “no es un problema únicamente de China”, dijo Wang Jiuliang, director del filme. “Es el reto común del mundo”.

La lucha reguladora de China contra la basura importada se inició en 2013, cuando una racha de inspecciones portuarias obligó a recicladores del extranjero a limpiar sus operaciones e invertir en nuevas tecnologías de clasificación de desechos.

En julio, China se puso más rígida al decir a la Organización Mundial de Comercio que prohibiría 24 clases de desechos importados, incluyendo algunos tipos de papel y plástico, para finales de año.

“Estaba enojada, pero sabía que yo simplemente era una humilde mujer de negocios”, dijo Leung, de 63 años, respecto a las restricciones al papel de desecho, mientras hurgaba entre cartón, poliestireno y latas de gaseosas en un callejón infestado de ratas en el distrito Mong Kok de Hong Kong.

Leung y miles de cartoneros más venden los desechos a comerciantes en puntos de recolección en este territorio chino semiautónomo. El desecho es luego procesado en depósitos de reciclaje y exportado a China continental u otros países.

Los trabajadores en depósitos de chatarra y desechos de Hong Kong dijeron que las restricciones nuevas y las pendientes de Beijing sobre las importaciones de desechos ya afectaban sus resultados financieros.

En un depósito de reciclaje en las afueras de la ciudad con vista a tierra firme, Ryan Cheung, el gerente, dijo que los recolectores locales de desechos estaban vendiéndole más plástico que de costumbre, al parecer porque las nuevas regulaciones ya limitaban sus opciones.

“No puedo comprar más”, dijo, junto a un montón de muñecas Barbie sin brazos y piernas, mientras los camiones de basura pasaban laboriosamente por un camino cercano hacia un basurero. “Tengo demasiado”

 

 

 

 

 

 

Fuente: Clarín