Martes 23.04.2024
Actualizado hace 10min.

Poner las manos en el fuego: de dónde viene el dicho al que aludió Julio De Vido

Desde el penal de Ezeiza, aludió a cuando Cristina dijo que no lo haría por él. Etimología de una frase con connotación K.

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Su origen nada tiene que ver con las causas por corrupción en las que están involucrados los principales pilares del kirchnerismo. Pero el dicho "poner las manos en el fuego" hoy tiene una indudable connotación K. Por la positiva y por la negativa.

Este martes Julio De Vido dio a conocer su segunda carta desde que está preso. Y en esta nueva versión, la sorpresa es que el foco está puesto en Cristina Fernández de Kirchner.

Se titula "La mano en el fuego" y alude a cuando Cristina dijo "no pongo las manos en el fuego por De Vido", en una entrevista con Elizabeth "la Negra" Vernaci.

Sin nombrarla, el ex ministro de Planificación K firma desde el Penal de Ezeiza un texto más extenso donde se muestra furioso con la ex presidenta.

La procedencia de este dicho, que se utiliza para demostrar respaldo total a alguien o algo -un libro, una obra de arte-, se remonta a la época en la que se practicaba el juicio de Dios.

En Europa, durante la Edad Media, los juicios para comprobar la culpabilidad o inocencia de un acusado eran en nombre de Dios. La entidad divinidad era la única que podía decidir la suerte del acusado.

El término ordalía proviene del sajón ordal, cuyo significado era "juicio divino". Ahí es cuando entraban en juego una serie de torturas. Si el acusado las superaba, el perdón divino había sido concedido.

Que los acusados caminaran por brasas de fuego, sean marcados con hierros ardientes, sumergidos hasta hacerlos sentir que se ahogaban o colgarlos boca abajo durante un largo tiempo eran algunas de las instancias de ese "juicio".

El acusado capaz de soportarlas era liberado para siempre, sin condena.

Esta costumbre pagana, que fue común entre los germanos y otros pueblos antiguos, se ejecutaba de formas muy diversas. No obstante, casi todas consistían en pruebas de fuego.

Como detalla Alfred López en el libro de curiosidades "Vuelve el listo que todo lo sabe", ante el tribunal el acusado debía sujetar hierros al rojo vivo o introducir las manos en una hoguera. Si salía de la prueba con quemaduras leves significaba que Dios lo consideraba inocente y, por tanto, no tenía que recibir ningún castigo.

 

 

 

 

Fuente: Clarín